Sin embargo, esos hombres y mujeres sencillos lograron impregnar de color y poesía los cerros, ríos, valles y quebradas por donde pasaban o en los que se establecían. Durante la década de 1970, las bandas de prisión en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, comenzaron a reclutar miembros de pandillas callejeras desde fuera, lo que ayudó a aumentar las asociaciones entre pandillas de las prisiones y de la calle.